También para protegerme un poco del peligro de las
serpientes, de pronto de algún felino, pues estos le huyen al
fuego. Al fin, mi cuerpo entraba en descanso mientras mi alma
volaba en los espacios de los mundos tetradimensionales y
causales. Llegaba la aurora, llegaba el amanecer, las aves
saludaban el nuevo día, las especies animales adoraban y saludaban
a la Madre Naturaleza, las pavas gaznateras, lanzaban sus gritos
de alabanza, los paujiles también se hacían sentir con sus rumores
en si manifestación de alegría, los sinsontes, la oropéndola, los
chauchaus, las guacamayas, los guacharacos, pronto hacían su
aparición los muy conocidos monos, también los cientos de micos
con sus aullidos, con sus chasquidos, murmullos; esto era una
verdadera orquestación, el saludo de todas estas especies a su
Divina Progenitora, la Madre Naturaleza.
Un día de los tantos resplandecía el sol, alumbraba intensamente y
caía perpendicular sobre esta humanidad. –Quien les habla- trataba
de limpiar la tierra con mi herramienta de trabajo, de pronto se
astilló un árbol que permanecía doblado y al picarlo, saltó una de
sus partes a mi cara impactándome una fosa nasal hasta la raíz, o
sea el tabique, saqué rápidamente el trozo de madera incrustado y
de pronto brotó torrencialmente la sangre al mismo tiempo que
corría por mi frente mucho sudor por la sofocación, se reunían con
las lágrimas de mis ojos –aún no había perdido la visibilidad-
lleno de dolor y de amargura llamaba a los Maestro de la Medicina
que me curaran.
Por fin después de largo rato de espera, se transó la sangre, no
salió más. Me lamentaba estar solo, no tener un ser que me
aliviara en semejante momento tan difícil, añoraba los tiempos de
mi niñez, también los tiempos de la pubertad, catorce, diecisiete,
veinte años, etc, etc., cuando en esos preciosos años de mi
juventud había emigrado de las montañas a la ciudad capital; había
conocido algunas ciudades capitales de los diferentes estados del
país y como a la edad de veintiún años había hecho mi arribo al
Litoral Atlántico, me había incrustado también en la vorágine, en
la montaña donde un día tuve la inmensa alegría de encontrarme con
el Filósofo contemporáneo SAMAEL AUN WEOR. Pero ahora al verme en
este estado, llega la angustia, más el Gran Maestro nos había
advertido que el camino era arduo y difícil, no debíamos llegar a
la desesperación porque fácilmente podríamos perder las pruebas
del fuego, de tierra, de agua y aire, que se repetían
constantemente en cada proceso iniciático y había mucho peligro de
llegar al fracaso total.
Allí solo, en aquella choza, desprotegida de seguridad,
vocalizaba, trataba de hacer meditación, realizaba nuestras
acostumbradas conjuraciones e invocaciones, evocaba e invocaba a
los Maestro y así me daba fuerza; en ningún momento perdí los
ánimos de vivir, siempre dentro de los fueros de nuestra
institución esotérica, pensé aprovechar a tiempo las experiencias
intensamente vividas y escribí una novela, con hechos, anécdotas y
circunstancias acaecidas desde que comencé la presente existencia
hasta aquellos días. Y alcancé a escribir veinte páginas y la
novela iba a titularla “Sudor, lágrimas y sangre”, pero al mismo
tiempo me di cuenta que tan solo se trataba de cosas muy pequeñas
en comparación a las tantas imprudencias que en vidas precedentes
habíamos realizado, tal vez por atentar contra los códigos de la
naturaleza adulterando sus Leyes, alterando el orden,
sublevaciones injustas contra la Divinidad y así otras tantas
consideraciones, pensé que no valía la pena escribir estas cosas
que me parecieron minúsculas, insignificantes, en comparación con
lo que otros han sufrido y padecido.
Esta es la senda del filo de la navaja, este es el sendero de los
muchos, nos enseñaba el Iniciador de la Era de Acuario.
Nosotros decimos efectivamente, este es el sendero del filo de la
navaja y de los muchos simpatizantes y sintetizando diremos que es
el sendero o la Doctrina de los pocos, porque muchos estamos
invitados al Gran Banquete, a la cena del cordero pascual y muchos
entramos, nos afiliamos a la institución del quinto evangelio de
la Luz, pocos han llegado a encarnar y realizar estos grandes
principios en carne, sangre y vida.
Encarnar los grandes proverbios de fuego, comprender y realizar a
fondo los evangelios de la Luz y algún día llegar a constituirse
en un Maestro del día, esto es un gran trabajo de los pocos. Por
ello el Iniciador nos decía: “Muchos entran y pocos llegan”. Esto
significa e implica muchos súper-esfuerzos, continuidad de
propósitos, reconocer nuestros errores, eliminar vicios, hábitos y
defectos, transformar esos potenciales negativos en positivos,
finalmente formar el alma, transformarla en la Pentalfa Sagrada.
Un buen día salí de mi choza dispuesto a pasear las catorce
planadas que habían sido en tiempo pasado habitadas por tribus
indígenas; pensé avanzar sobre algunos terrenos para derribar sus
montañas y sembrar algunos cultivos; después de largo trecho, ya
un poco agotado por el cansancio, por entre aquellas montañas
encontré un gran árbol, un caracolí, quien sabe cuantos cientos de
años había sido derribado, ya de el no quedaba sino vestigios, su
corteza estaba reducida a polvareda; sin embargo estaba arropado
con el musgo de la montaña y con un abrazapalo llamado mimbre,
traté de cruzar por encima del polvoriento árbol y en mitad de
este fui sorprendido por una gigantesca áspid, mapaná o serpiente
venenosa; permanecía enroscada amenazante.
Sorprendido por semejante descomunal reptil retrocedí y tomé vía
por otra parte para continuar mi ascenso hacia la cumbre; más
tarde me encontraba dentro de un gran cultivo de caña de castilla,
de aquella con que se tejen canastos, maletas, pero con esa fibra;
entre más andaba, más encontraba cultivo de este. Quedé
sorprendido, por cuanto este cultivo no tenía porqué existir en
tierras que no habían sido pisoteadas por humanos durante mucho
tiempo.
Empezó a correr una brisa fría, los árboles comenzaban a mover sus
follajes, la neblina bajaba cada vez más y más, atemorizado
reflexionaba -¡Oh, Dios Mío!, ¿En dónde estoy? ¿Qué pasa? Pues
donde miraba solo veía precipicios aletas de árboles jamás vistos,
inmensas rocas que apenas lloraban y gotas de agua
permanentemente, el musgo cubría las peñas, el ambiente se hacía
cada vez más misterioso, enigmático como si en aquel sitio hubiese
un sortilegio.
Tomé nota y me di cuenta que cerca de ahí hasta donde vivían los
Indios, posiblemente eran tierras que estaban encantadas; entonces
comprendí que los indígenas habían trabajado con los cuatro
elementos de la naturaleza dejando ese territorio en estado de
jinas evitando así cualquier profanación.
Francamente sentí temor y decidí regresar nuevamente a mi morada
que se encontraba lejos del lugar; por más esfuerzos que hice no
encontré la trocha marcada para salir ni encontré pista alguna, se
cerró el camino; pensé en un refrigerio que había llevado
considerando que tal vez la debilidad me hacía divagar, pero no
había tiempo, la lluvia amenazaba, tenía que desaparecer del lugar
lo más pronto posible, comenzaba a angustiarme, pensé, reflexioné
y traté de meditar en el Maestro AUN WEOR, que tantas veces me
había favorecido en la cuarta y quinta dimensión ante los peligros
de los tenebrosos; le llamé muchas veces, le invoqué y le pedí me
sacara de aquel lugar; ahí si me acordaba de las oraciones, el ave
María, el Yo pecador, la santa María, el Padre Nuestro, el bendito
y me dije a mi mismo, Dios Mio, Señor Mio, estoy perdido, voy a
dar tres vueltas de izquierda a derecha por donde termine la
tercera y última vuelta abriré los ojos, es por ahí el camino.
Lleno de coraje y de fe en el Gran Maestro y en la Divina
Naturaleza abrí mis ojos y dije por aquí es el camino, dí unos
pasos y efectivamente ahí estaba la muestra del pique que uno deja
en la montaña para no perderse; dirigí mis pasos dando Gracias a
Dios y así pude regresar nuevamente, descendiendo las catorce
planadas llegando a mi choza; lleno de cansancio, agotado,
bastante preocupado por encontrarme tan solo en el mundo
tridimensional, pero la única esperanza estribaba en Dios. En
verdad, debo reconocer que esto fue un curso que me tocó realizar
como anacoreta. Recordé los cuatro caminos, el del faquir, el del
monje, el camino del anacoreta y el camino del Gnóstico que nos
toca vivir intensamente; había quedado mi conocimiento fallo en
alguna época, me correspondía tener esa experiencia en carne
propia porque una cosa es el conocimiento lectivo, saborear
aquellos manjares y aquel rico vocabulario de los más célebres
escritores, filósofos, sociólogos, humanistas y Psicólogos, otra
cosa es vivir en carne y hueso todas estas escenas tan penosas,
dolorosas y vergonzosas con el peso y rigor de nuestro propio
destino.
Otro buen día el Maestro que todo lo percibía, que todo lo sabía,
dándose cuenta de mi triste situación en aquellas montañas cerca
de “Cerro azul”, me dijo: “Es mejor que vendas todo lo que tienes
por allá en esas montañas, retírate de allá, vente para acá, para
la casa del peregrino”. Cavilé un poco y le dije: Venerable
Maestro, voy a vender por lo que me quieran dar, ciertamente voy a
quitarme de allí de ese lugar un poco lejano del Summun y así
poder servir más de cerca de todos los hermanos y volví y repliqué
otra vez: venderé la mejora que tengo por lo que me quieran dar,
pero en ese momento se encontraba presente la Dignísima esposa del
Gran Maestro Iniciador y ella contestó: “No señor, por lo que le
quieran dar no, es por lo que eso vale, es decir por su justo
precio”.
Dijo el Maestro: “Sí es mejor que vengas de por allá”, le dije:
Venerable Maestro, ya usted sabe que aquí no tengo donde vivir,
porque fui desterrado por la misma comunidad, no tengo un ranchito
o una simple choza donde protegerme del frío, del sol o del agua
porque aquí nadie gusta de mi: El Maestro mirándome compasivamente
me dijo: “Dile a alguno de estos hermanos que te deje un pedacito
de terreno donde hacer una choza para poder vivir allí”.
Efectivamente, hablé con un hermano, le manifesté que me tocaba
vender la parcela, que tenía cerca de “Cerro azul” e instalarme
otra vez en el Summun, cerca de la casa del peregrino, pero que no
tenía donde escaparme del frío, del sol o del agua, le pedía me
diera permiso de hacer una chocita por ahí en alguna parte, donde
no le hiciera estorbo a nadie y este buen hermano espiritual dueño
de estos terrenos me dijo: “Bueno hermano, hágase por ahí una
choza, eso sí, donde no haga estorbo”.
Así fue que resolví hacerla cerca de un pequeño arroyo en una
pequeña ladera que apenas me quedaba apenas a tres metros de las
aguas que corrían en medio de unos guanábanos y unos árboles de
aguacates, un poco temeroso porque si corriese un vendaval quizá
un árbol de esos podría desaparecer la choza y acabar con mi vida,
pero lleno de fe y de optimismo realicé el trabajo a medio día
conseguí unas maderas de la montaña y palma amarga del monte y
agarrándolas y atándolas a la madera así podría protegerme de la
lluvia.
Escasamente cabía mi cuerpo en una troja de madera, forrando las
paredes con papel periódico y cartones para que las corrientes de
aire y el sereno de la noche no me causara tanto daño. Más cuando
caían fuertes lluvias era amenazado por el arroyo y en ciertas
ocasiones no podía conciliar el descanso.
Debo confesar la realidad de aquella aventura, aquella vivencia,
una de las más grandes experiencias que haya vivido en los años de
mi juventud, ante la mirada impávida de muchos seres que veían mi
triste situación pero cuando la Ley del Karma entra en acción
entonces solo sentimos el amor, terror y Ley.
Al fin la comunidad resolvió, formar la casa del peregrino para
alojar a los feligreses que inmigraban de los diferentes lugares
del país para asistir a las festividades tradicionales como la
Semana Santa, el veinticuatro de Diciembre, las fechas
tradicionales de Navidad y había necesidad de alojar bastantes
personas y la casa del peregrino
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anterior era muy pequeña y había que ampliarla pues aprovechando
la oportunidad también logré pedir permiso se me concediera un
pequeño cuartucho y así quitarme ese peligro de la choza donde me
amenazaba el arroyo y los árboles. El
problema era la alimentación, tenía que madrugar a conseguir la
leña, conseguir el maíz, los alimentos para colaborar con la digna
esposa del Venerable Maestro SAMAEL AUN WEOR para que ella prepara
los alimentos para muchos que con frecuencia se acercaban a la
mesa para ingerir alimentos, y dialogar con el Gran Iniciador
acerca de la idiosincrasia, acerca de los grandes proyectos y la
formación de una gran institución mundial titulada Movimiento
Gnóstico Cristiano Universal.
Era verdaderamente agradable, maravilloso escuchar el verbo del
quinto de los siete cuando comenzaba el ritmo de su oración, se
sentía trepidar el ambiente, el latir de los corazones llenos de
fe y optimismo en un futuro promisorio, nos hacía transportar a un
mundo futurista lleno de grandes maravillas, todo aquello tenía
sabor a manantial tal vez nos sentíamos en un verdadero oasis.
Saber que la humanidad pasaría por grandes transformaciones y a
veces llegaba a tener inspiraciones y hacía que por las mejillas
de sus escuchas, escapábanse algunos lagrimones de alegría, otras
veces de angustia Psicológica de pensar que la humanidad sería
crucificada en una gran Cruz; pensar que la humanidad pasaría por
una gran agonía, saber que la humanidad nos encontrábamos sentados
sobre grandes barriles de pólvora, grandes explosivos causados por
la descomposición social, por la contaminación ambiental, de
nuestro mundo y esto hacía más próximo el momento apocalíptico en
el cual vivimos los habitantes de esta tierra, sin conciencia, sin
Dios y sin Ley. La inspiración del Gran Humanista hacia los
instantes, así también los momentos, muy agradables, sus anécdotas
su vida intensamente vivida hacía que los hermanos que le rodeaban
llenaran sus rostros sonrosados de alegría, tal vez alcanzaríamos
a vivir esa Jerusalén prometida.
Pero habían momentos difíciles donde nos daba tristeza saber que
también advertía con rigor y decía: “La humanidad será crucificada
en una gran cruz, la humanidad pasará por una gran agonía, tendrá
que ser sacrificada porque los DIOSES, la han sentenciado ¡Al
abismo! ¡Al abismo! ¡Al abismo!” Y decía constantemente: “¡Ay de
los moradores de la tierra y del mar llegó la hora de la Ley y
¿Quién estará firme?.
Debemos prepararnos para grandes acontecimientos; de aquí en
adelante solo brillará el Rayo de la JUSTICIA y aullará el lobo de
la Ley; estamos en los tiempos del fin”.
Así el Iniciador de la Era de Acuario rodeado de personas
aspirantes al sendero que conduce a las grandes purificaciones nos
hablaba proféticamente, nos advertía los grandes hechos y cosas
que se avecinaban para la humanidad doliente.
De mi parte, pues también logré disfrutar aquellos instantes,
aquellos momentos verdaderamente inolvidables, me sentía lleno de
alegría oír a un MAESTRO del Rayo de la FUERZA dándose
completamente, dando su vida en aquellas vorágines, por la
humanidad que a pesar de estar sentenciada por los DIOSES Él
proyectaba e intentaba dar una gran ayuda como Él en cierto día
dijo: “Nos toca luchas a ver si se consigue del ahogado el
sombrero y del sombrero la cinta, algunos pocos quedarán firmes,
fieles y tenaces. Las mayorías saldrán patiamarillos y rodarán al
abismo”.
Una mañana cualquiera se aproximaba el momento de ingerir el
acostumbrado desayuno; por fortuna a mi me tocaba pedir a manera
de limosna un poquito de desayuno para irme a trabajar y adelantar
los trabajos del Templo; la digna esposa del venerable Maestro
SAMAEL AUN WEOR me auxiliaba un poquito de arroz “calentado”, un
pedazo de arepa antioqueña y un poquito de la acostumbrada agua de
panela, entregándome este típico desayuno me dijo: desayúnese y
mire a ver donde va a conseguir su almuerzo, su comida y todo lo
demás, porque aquí no le voy a dar más desayuno ni comida ni nada,
nosotros aquí no lo vamos a seguir manteniendo”, esto para mi fue
como un rayo porque la persona que esto me hablaba, en el fondo,
no era ni más ni menos que el OCTAVO JUEZ DE LA LEY, su palabra
había perforado mi corazón, mi alma quedaba partida en muchos
pedazos, corrían lagrimones de mis ojos, por las mejillas y caían
al plato donde habían depositado algunos granos de arroz que me
había regalado para desayunar.
Ahí moría la última esperanza que me quedaba, porque no tenía otro
lugar donde ir a buscar un mendrugo de pan: tuve que aceptar tomar
el desayuno y desaparecer hacia el trabajo. En esa infortunada
mañana se encontraba cerca de mi, junto a mí, sentado a la mesa el
Gran Maestro SAMAEL AUN WEOR, tan solo a medio metro de distancia
se encontraba el Maestro SUM SUM DUM (Juana de Arco), también con
nosotros el Bhoddissattwa del Maestro SANFRAGARATA del rayo de la
fuerza y otros seres también Bodhisattwas de Maestros, comían un
típico desayuno llenos de alegría compartiendo las enseñanzas del
MAESTRO que como de costumbre siempre llenos de humor, de
proverbios, evangelios, pronósticos y poesía en cada frase, en
cada palabra, hacía que el ambiente fuera realmente agradable.
Pero ellos alcanzaron a escuchar cuando la sentencia que a no se
me daría más alimentación, que debería buscarla en otra parte,
ellos vieron la tristeza de mi rostro, ellos presenciaron la
severidad, el rigor con que ami se me trataba, todo ellos tenía
que sucederme así, para grabar en los recóndito de mi conciencia
esta clase de conocimientos que son verdaderamente grandes e
inolvidables, que taladran el corazón, que estremecen todo el SER
que es penoso, que es vergonzoso, que es una gran humillación, eso
es verdad; sabiendo transformar esa impresiones, nace la verdadera
vida intensamente vivida con alegría y con amor.
Esta es la verdadera luz en el sendero, aquella que en cadena
pedíamos constantemente, cuando nos reuníamos grupos de hermanos y
les decíamos a los DIOSES: que venga la Luz, que venga el
conocimiento, queremos sabiduría Divina, OM SEA, FUERZA; OM SEA,
FUERZA; OM SEA, FUERZA. Pero lo que nosotros ignorábamos era la
manera y forma como se expresaba la Luz como se manifestaba el
gran conocimiento, como iba a llegar a nuestro corazón la
sabiduría: pues un buen día fuimos comprendiendo quizá con el
transcurso de los años, que a veces viene bendiciones del cielo en
forma de fracasos. Y haciendo hincapié en nuestro relato
refiriéndome a aquella mañana, aquel triste día, seguiremos la
secuencia y diremos que me fui a trabajar como decimos los
campesinos, los montañeros, los campeches, a “volear” pico y pala,
barra, muela, taladro, carretilla, cargar inmensas piedras sobre
los hombros vigas inmensas para sostener algún techo del templo
etc y tomar después de grandes esfuerzos llenos de sed agobiadora
algún poco de agua pues carecíamos en esos tiempos de panela,
azúcar o miel, teníamos que apelar ante al recurso de la Madre
Naturaleza, el agua pura.
Pero lo más grave fue cuando llegó el medio día, todos se fueron a
buscar sus almuerzos y a mi persona nadie le invitó a almorzar,
quedé por ahí parado en cualquier parte pensando como haría para
llevar a mi organismo, a mi estómago algún mendrugo de pan. ¿Dónde
estaría ese pan?.
¿Dónde estaría el alimento para ese día y para los próximos días?
Me retiré del lugar cabizbajo y solitario, busqué en la montaña
algunos papayuelos que me apresuré rápidamente a ingerir en el
organismo algunos de ellos, así también una fruta denominada la
nariz del caracolí, que ingieren las guacamayas y algunas aves y
animales de la montaña. Esto me tocó hacerlo en repetidas
ocasiones cuando sufría hambre y necesidad; después me dirigía
hacia un arroyo cerca de la casa del peregrino, tomé agua del
arroyo, recostándome luego cerca de un poste de la misma casa,
salió un Maestro del comedor donde en la mañana me había sucedido
lo peor de lo peor y dicho Maestro de la Hoya del Quindío
observándome, vi en su rostro que sentía compasión por mi, que
sentía lástima de mi, así lo fue y así lo comprendí; traía en una
pequeña bolsa de papel unos buñuelitos y me dijo: “Hermano cómase
estos buñuelitos aunque sea”, y replicó: “Estas son las cosas de
las cuales nosotros no podemos compartir”. Este Maestro era nada
menos que del rayo de la fuerza, a quien había denominado el
Iniciador de la Era, como el MAESTRO DEL VERBO DE ORO. Agradecía
aquellos panecitos que me había obsequiado, los comí, tomé agua
del arroyo y me dirigí nuevamente al trabajo.
Llegó el atardecer, el sol enrojecido en los arreboles de la
tarde, se ocultaba en el poniente diciéndonos a todos hasta luego,
pronto saldré en el oriente para alumbrar un nuevo día.
El área de la alimentación se hacía cada vez más difícil, porque
este servidor quien escribe estas cosas carecía de hogar, no tenía
esposa, pues aún mi materia estaba bastante joven, tan solo
versaba entre los veintidós y veinticuatro años, me había
ausentado del hogar desde los diecisiete años de edad, rodaba
solo, de lugar en lugar, de camino en camino, de vereda en vereda,
por las haciendas, por los campos, ganándome un jornal para poder
sufragar medianamente los gastos y también poderme transportar de
un municipio a otro, o de un departamento a otro hasta que la
providencia de DIOS, me llevó a las tierra de esa costa amada y en
algunos de mis escritos y correspondencias siempre les digo a mis
amigos refiriéndome al Litoral Atlántico, COSTA AMADA, porque allí
encontré con todos, mi mejor lección, la que no olvidaré jamás
porque llevo dentro de mi corazón un sello de eternidad en Loor,
homenaje y gratitud a los que verdaderamente han sido grandes para
mi.
Por fin llegó mi noche buena llegó el momento que la VENERABLE
LOGIA BLANCA tendió su mano se me levantó un poco la cuarentena.
Un buen día el Gran MAESTRO Quinto de los Siete, estando solo me
dijo, personalmente. “Sabes chato que debo irme de la Sierra
Nevada para otras tierras, otros países a llevar la Luz, las
enseñanzas, ¿Qué hago aquí? Debo salir ya”. Postrado de rodillas y
con las manos en aspas, mi rostro entristecido por la noticia, se
me escaparon algunas lágrimas, le dije: MAESTRO, nos va a dejar
solos, ¿Qué haremos nosotros aquí sin su presencia? Y Él me dio a
entender que siempre estaría acompañándonos (Claro,
espiritualmente); dije, MAESTRO, usted sabe como es la gente aquí
conmigo. Y dijo: “Yo te ayudaré porque quedas en medio de una
camada de leones”. Efectivamente ese día llegó y me postuló para
representarlo, sabiendo que estaría la frente de un monasterio de
un Templo de Misterios Mayores, un Templo subterráneo
enclaustrados en la roca de las legendarias tierra en la Sierra
Nevada de Santa Marta, en la República de Colombia, Sudamérica.
Allí en unión con la Madre Naturaleza, allí en unión con los que
fueron llamados las águilas altaneras, las águilas rebeldes,
aquellos que no escatimaron esfuerzos para luchar, para acompañar
con lealtad al hombre más excelente y honesto que haya conocido la
humanidad del siglo XX, nos estamos refiriendo al GRAN INICIADOR
DE LA ERA DE ACUARIO SAMAEL AUN WEOR, donde tantas veces dio
enseñanzas de labios a oídos, conferencias, diálogos,
convivencias, cadenas esotéricas.
Aquel verbo que estremeció las conciencias de los cientos y miles
de dormidos que habitamos en estas tierras precolombinas, ahora a
mi me correspondía quedarme al frente, seguir secuencial mente y
responder ante la VENERABLE LOGIA BLANCA por le destino de la
comunidad que se me encomendaba.
Habló para ustedes el fundador de la CORPORACIÓN ACCIÓN CÓSMICA EN
ORDEN, EL MAESTRO Y JERARCA ANUBIS RENE SABAOTH.
PAZ INVERENCIAL.
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